En celebración de San Valentín, decidimos irnos de paseo. Una amiga me recomendó Las Cataratas Lodge en San Gerardo de Dota, Cartago. Déjenme darles un recorrido por este lugar mágico, además de antojarlos con la sabrosa comida criolla que probamos.

No siempre uno tiene la oportunidad darse una escapadita a lugares tan hermosos como el que visitamos el pasado fin de semana. Ya de camino nos sentíamos revitalizados con el aire puro y entre carreteras con neblina y un poco de lluvia, logramos llegar. Desde la entrada, estuvimos rodeados de suculentas y otras plantas que embellecían los alrededores de las cabañitas individuales. En el centro de la propiedad, un lago y pequeños ranchos para poder pasar un rato pescando truchas (hasta tiene parrillas para poder comer lo más fresco). Todos los colores del lugar vigorizaban mis ganas por empezar a explorar. Como una niña, me fui a oler todas las flores que me encontraba y tomar fotos.

Dentro del restaurante nos encontramos con algunos artefactos muy curiosos, un radio de perillas y mi favorito: una cocina de leña, todo sabe más rico a la leña. Por las ventanas se podían ver los colibríes que llegan a los bebederos en el alero del techo. Entre todos mis intentos fallidos de tratar de tomarles foto, tuve que resignarme a solamente una imagen mental, pues mis movimientos de oso perezoso eran demasiado lentos.

Ahora bien… ¡a comer!

Después de explorar los alrededores, decidimos almorzar un poco más tarde. El menú es reducido, pero no tiene nada que envidarle a otros. En esta temporada nos ofrecieron: tilapia, trucha, pollo y chuleta. Comenzó el desfile de cazuelitas picheles y platos. Frijoles, arroz, picadillo, ensalada… era una escena de banquete estilo Disney. El fresco de mora más delicioso que he probado y la pièce de résistance: tilapia empanizada, ligera, jugosa y abundante. Además trucha con mantequilla de ajo y hierbas… ¡perfección!  Y un delicioso postre de coco. No pude haber quedado más satisfecha. Para aquellos que son vegetarianos o veganos, sé que adaptan el menú para complacer otro tipo de dietas (sugiero informarlo a la hora de hacer la reservación).

El intento por ir a recorrer los senderos fue suprimidos por la satisfacción de tanta comida rica. Ya atardecía y decidimos cambiar nuestro plan de caminar entre el bosque, por una copa de vino en la acogedora cabaña. Nos armamos con unas cobijas, el intenso frío comenzaba a atacar fuertemente.  La vista desde la ventana era maravillosa, el verde de las copas de los árboles y múltiples colores de las flores, con el sol poniéndose en lo alto de la montaña.

Un par de copas después, ya estábamos listos para cenar. Pensé en pedir algo diferente y ordenamos chuleta. Nuevamente, el desfiles de platos comenzó. El brócoli tenía un color tan vibrante que se notaba lo bien preparado que estaba, fresco y crujiente. Me sorprendieron con una bebida que jamás había probado: naranjilla con arroz. Muy exótico y delicioso. Tenía una textura aterciopelada y el dulce perfecto. Sin embargo, tiende a ser un poco denso y llena mucho (imagino que por el arroz). Honestamente, la chuleta frita no fue mi parte favorita del festín (recomiendo más las opciones de pescado). Terminamos la velada satisfechos y calentándonos en la cocina de fogón. Nos preguntaron a qué hora deseábamos nuestro desayuno… ¡qué nivel de chineo!

Para finalizar el día, salimos a ver las estrellas que raramente podemos apreciar en la ciudad.

Luego de una noche descansada, sin ruidos que nos despertaran, apenas si veíamos el sol asomándose en la mañana. Las montañas lo tapaban y nos costó despegarnos las cobijas de lo rico que se duerme ahí. Yo estaba ya pensando en el desayuno. Dimos una vuelta por los alrededores para tomar fotos y disfrutar de la mañana.

Nos sirvieron mi desayuno favorito: café, gallo pinto y huevo. Acompañado con algunas otras cosas, como queso, pan y jugo. Nada más que decir… delicioso.

Bien comidos, ya estábamos listos para la aventura. Cámara y botella de agua en mano, nos fuimos a recorrer los senderos. El camino hacia la primera catarata es bastante noble, la distancia son 800 metros. Decidimos hacer el segundo recorrido de 1.5 kilómetros que incluía la segunda catarata. Un poquito más agotador y desafiante, pero hermoso. Las copas de los árboles de verde intenso y las diferentes variedades de hongos que vimos en el camino era lo que necesitábamos para sentir un verdadero cambio en la rutina.

Recomiendo llevar ropa muy cómoda y tenis para las caminatas. Además de abrigos gruesos, pues las tardes y noches son atrevidamente frías.

De regreso, una de las cosas que me tenía más emocionada era que podía comprar unas suculentas que tienen a la venta y ¡claro! no perdí mi oportunidad de llevarme algunas para mi jardín… Nuestra aventura casi terminaba.

Espero que visiten Las Cataratas Lodge y se enamoren del lugar tanto como nosotros. Don Bernardo y su familia se lucieron con la atención. El lugar es realmente vigorizante, ideal para cambiar de ambiente sin tener que desplazarse largas distancias.